
Como todo en la vida evoluciona, cuando yo iba a cortarme el pelo unos 15 años atrás, te premiaban con una paleta “si te portabas bien”, y claro, muchacho al fin, ¿me voy a portar mal? Paleta pa toé’l mundo. Los dentistas deberían hacer lo mismo sin importar la edad. Pero que va… no hacen nada más que mortificar y para colmo, los instrumentos son mejorados y les acomodan las horas de torturas. Nosotros los pacientes no tenemos otra salida que ser, como bien lo describe el sustantivo, pacientes.
Lo rónico es que el dentista conoce todas y cada una de las sensaciones que provoca el aparatico ese que suena como perro triste, pero “es parte del proceso”, cepíllese los dientes y no le pasará (el culpable siempre es uno, ni Colgate ni Oral B, uno).
En mi caso, que es lo que me inspira a escribir estas líneas, mi hermana es quien me atiende, y como la confianza es un problema, si yo me rio de algo, me retuerzo, cierro la boca, hablo, no escupo cuando me lo pide o me distraigo con la nueva lámpara del techo, no me toca paleta. ¿Es para comprenderla? Decida usted.

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